Marta Colvin Andrade, nacida en 1907 en Chillán, fue una escultora chilena, cuya vida estuvo marcada por su profunda conexión con la naturaleza.
Después de formar una familia, su carrera artística comenzó tras un encuentro casual con la profesora Noemi Mourges. Junto a otras amas de casa, formó el grupo Tanagra, aprendiendo escultura de manera autodidacta. Tras el terremoto de 1939, se trasladó a Santiago y estudió en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile, donde se destacó bajo la tutela de Julio Antonio Vásquez. Su formación continuó en Francia en la Académie de la Grande Chaumière y en Londres de la mano de Henry Moore, donde se relacionó con renombrados escultores y exploró nuevas tendencias artísticas.
Colvin utilizaba materiales como la madera, la piedra y la greda, creando obras que evocan la fragilidad y la fuerza de la naturaleza. Sus esculturas, que son ecos del paisaje latinoamericano, invitan a explorar sus «Mensajes» y adentrarse en la «Búsqueda» del material. Reconocida internacionalmente, obtuvo premios en Europa, Asia y América, y en 1970 recibió el Premio Nacional de Arte en Chile.
Colvin no solo buscaba crear arte, sino también invitarnos a sentir y reflexionar sobre nuestra relación con el entorno. En sus propias palabras, “la escultura es una expresión plástica-poética de la tercera dimensión”, recordándonos que cada golpe de cincel lleva el latido de la tierra y es un “Canto a la vida”.
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