Los tres Bandidos /Tomi Ungerer

Había una vez tres feroces bandidos con grandes capas negras y altos y negros sombreros.

El primero tenía un trabuco.

El segundo tenía un fuelle con pimienta dentro.

El tercero tenía una enorme hacha roja.

Por la noche, cuando estaba más oscuro, se emboscaban cerca de los caminos. Eran unos tipos terribles. Cuando aparecían, las mujeres se desmayaban de miedo, los perros encogían la cola y hasta los hombres más valientes echaban a correr.

Cuando pasaba una diligencia, les echaban pimienta a los caballos en las narices. Y la diligencia tenía que detenerse. Luego destrozaban las ruedas. Amenazaban con el trabuco a los viajeros y los desvalijaban. Los bandidos tenían su guarida en una cueva, en lo alto de la montaña y se llevaban allí su botín. Tenían cajas y cofres llenos de oro, perlas, anillos, relojes y piedras preciosas.

Una noche muy oscura asaltaron un carruaje en el que solo había un pasajero. Era una niña pequeña que se llamaba Úrsula y estaba triste porque era huérfana y viajaba a casa de una anciana tía con la que iba a vivir para siempre. Y eso no le gustaba nada a Úrsula. Por eso se alegró cuando se encontró de pronto con los bandidos. Como los bandidos no encontraron nada, aparte de Úrsula, envolvieron a la niña en una manta para abrigarla y se la llevaron a su cueva. Allí le prepararon una cama mullida para que pudiera dormir.

Cuando Úrsula se despertó por la mañana vio las cajas y los cofres llenos de tesoros. ¿Para qué quieren todo esto?, preguntó a los bandidos. Los bandidos se miraron perplejos unos a otros. Nunca habían pensado lo que iban a hacer con todas aquellas riquezas. Y como Úrsula, la niña huérfana les había caído tan bien, salieron a buscar más niños desgraciados y abandonados para cuidar de ellos… compraron un precioso castillo, en el que había sitio para todos los niños y los vistieron a todos con capas y sombreros como los que usaban ellos, pero de color rojo.

La historia de los niños que vivían en el castillo de los bandidos se supo enseguida por todas partes. Cada día aparecían nuevos niños abandonados delante de la puerta. Se quedaban en el castillo hasta que eran lo bastante mayores como para casarse. Después se construían sus casas muy cerca. Pronto hubo allí una pequeña ciudad donde toda la gente llevaba capas y sombreros rojos.

Por último, levantaron la muralla con tres imponentes torres, una para cada bandido. En agradecimiento.

Autor : Tomi Ungerer


Los tres Bandidos /Tomi Ungerer
Los tres Bandidos /Tomi Ungerer

Había una vez tres feroces bandidos con grandes capas negras y altos y negros sombreros.

El primero tenía un trabuco.

El segundo tenía un fuelle con pimienta dentro.

El tercero tenía una enorme hacha roja.

Por la noche, cuando estaba más oscuro, se emboscaban cerca de los caminos. Eran unos tipos terribles. Cuando aparecían, las mujeres se desmayaban de miedo, los perros encogían la cola y hasta los hombres más valientes echaban a correr.

Cuando pasaba una diligencia, les echaban pimienta a los caballos en las narices. Y la diligencia tenía que detenerse. Luego destrozaban las ruedas. Amenazaban con el trabuco a los viajeros y los desvalijaban. Los bandidos tenían su guarida en una cueva, en lo alto de la montaña y se llevaban allí su botín. Tenían cajas y cofres llenos de oro, perlas, anillos, relojes y piedras preciosas.

Una noche muy oscura asaltaron un carruaje en el que solo había un pasajero. Era una niña pequeña que se llamaba Úrsula y estaba triste porque era huérfana y viajaba a casa de una anciana tía con la que iba a vivir para siempre. Y eso no le gustaba nada a Úrsula. Por eso se alegró cuando se encontró de pronto con los bandidos. Como los bandidos no encontraron nada, aparte de Úrsula, envolvieron a la niña en una manta para abrigarla y se la llevaron a su cueva. Allí le prepararon una cama mullida para que pudiera dormir.

Cuando Úrsula se despertó por la mañana vio las cajas y los cofres llenos de tesoros. ¿Para qué quieren todo esto?, preguntó a los bandidos. Los bandidos se miraron perplejos unos a otros. Nunca habían pensado lo que iban a hacer con todas aquellas riquezas. Y como Úrsula, la niña huérfana les había caído tan bien, salieron a buscar más niños desgraciados y abandonados para cuidar de ellos… compraron un precioso castillo, en el que había sitio para todos los niños y los vistieron a todos con capas y sombreros como los que usaban ellos, pero de color rojo.

La historia de los niños que vivían en el castillo de los bandidos se supo enseguida por todas partes. Cada día aparecían nuevos niños abandonados delante de la puerta. Se quedaban en el castillo hasta que eran lo bastante mayores como para casarse. Después se construían sus casas muy cerca. Pronto hubo allí una pequeña ciudad donde toda la gente llevaba capas y sombreros rojos.

Por último, levantaron la muralla con tres imponentes torres, una para cada bandido. En agradecimiento.

Autor : Tomi Ungerer


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