Cuando observamos una fotografía ocurren procesos interesantes de ser analizados. Pareciera ser que una parte de nuestro ser retorna al momento exacto donde fue el suceso registrado, con ello, las experiencias sensibles y hápticas se activan: la temperatura corporal, el color del espacio representado, el sonido del lugar o las personas retratadas son nuevamente convocadas en nuestra memoria.

La palabra recordar tiene su origen etimológico en el latín recodari, compuesto a su vez por re (de nuevo) y cordis (corazón). En este sentido el archivo nos permite acceder a una memoria desde lo sensible.

Contemplar una fotografía también es cuestionarse por nuestra propia relación con lo representado. Roland Barthes habla de lo representado como un spectrum (espectro), que nos interroga cada vez que lo vemos, actualizándose las preguntas con cada nueva vista. Lo interesante de archivar fotografías es la capacidad de volver a sentirnos, en definitiva, de volver al corazón.

El proceso de investigación que llevaron a cabo los estudiantes del electivo de Artes Visuales y Multimediales del III° medio A/C del Colegio Tupahue, corresponde a la creación de un archivo personal y colectivo, que culminó en esta publicación.

Para la realización las y los estudiantes nos comparten una parte importante de sus biografías. Algunas de ellas recurren a la memoria de su primera infancia, a familiares cercanos y queridos, otros por su parte recurren a fotografías de lugares que los marcaron. Cada una de estas fotografías guardan en sí un potencial sensible importante y en su conjunto conforman un rico abanico en su diversidad de relatos.

La invitación es a observar las fotografías, a conectarnos con nuestras propias memorias desde lo observado y a reconocernos como parte de un colectivo desde nuestras sensibilidades.

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